Cómo ser más resiliente
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La gente resiliente es autoconfiable, y al parecer inmune al estrés ya que atrapan cualquier cosa que les lance la vida y, aún así salen triunfantes. Sin resiliencia, quizá nunca nos demos cuenta de los beneficios de ambas, nuestra inteligencia analítica y nuestra inteligencia emocional. ¿Cuánta resiliencia tenemos y cómo podremos obtener más?
Cómo reforzar nuestra resiliencia.
Independiente de nuestro Cociente de Resiliencia (CR), los siguientes 10 pasos nos ayudarán a ser más resilientes:
- Visualizar el éxito
- La gente resiliente crea su propia visión de éxito. Esto le ayuda a lograr sus metas al proporcionarle un sentido claro de hacia dónde va.
- Nuestra visión necesita ser redondeada y vibrante con base en lo que es posible; la gente resiliente no pierde tiempo en sueños imposibles o en anhelar cosas que nunca tendrá. Reconocen la línea fina existente metas flexibles y metas no realistas y cuando cejar.
- Reforzar la autoestima
Algunas personas poseen el don de tener su autoestima en alto grado. Otros, quizá la mayoría de nosotros, requerimos trabajar en nuestra autoestima lo cual significa entender de dónde viene y qué es aquello que nos hace sentirnos bien de nosotros mismos. La siguiente lista nos puede ayudar:
- Identificar aquello para lo que somos buenos. ¿De qué nos podemos sentir bien? Acordarnos seguido nosotros mismos de estas cosas.
- Estar conscientes de lo que los demás aprecian en nosotros.
- Permitir que otros nos halaguen y resistir la tentación de hacer estos halagos a un lado.
- Cuando algo sale mal, tratar de no reprochárnoslo innecesariamente; habrá otros quienes sin duda lo harán.
- No compararnos con otras personas.
- Cuando las cosas les salgan bien a otros, sentirse verdaderamente contentos por ellos.
- Disfrutarlo cuando algo salga mejor de lo que pensábamos
- Enaltecernos nosotros mismo.
- Tomar el control
La gente resiliente cree firmemente que pueden hacer la diferencia y ser exitosos. Otros sufren por sus creencias sin valor o de sus ‘anclas’. He aquí seis de las más comunes:
- Soy víctima de mi historia personal.
Desde luego que nuestro pasado tiene un impacto, pero no es excusa para no mejorar ahora.
- Hay tanto por hacer, que ni siquiera vale la pena intentarlo.
La vida es compleja y tenemos que hace más con menos. Como resultado, posiblemente creamos que sencillamente hay tantos imperativos, que no sabemos por dónde3 empezar. Los psicólogos llaman a esto ‘aglomeración’ –sentirse agobiados por el volumen y la complejidad de los que encaramos. Dividamos el problemas en partes, establezcamos prioridades y y tomemos primero lo primero.
- Sólo se tiene una oportunidad.
Puede ser el caso, pero no siempre, especialmente cuando en circunstancias que ni siquiera los expertos pueden predecir qué dirección seguir. Luego pasa a ser una cuestión de ‘prueba’ y ‘error’, estando siempre alerta al caso del peor escenario y a las consecuencias no previstas.
- Hay una respuesta correcta para todo
Una analista sueña que por medio de un escrutinio suficientemente exhaustivo, la respuesta ‘correcta’ emergerá. Esto raramente pasa en la vida real. El peligro es que ese análisis pasa a ser un sustituto, más bien que un preludio para la acción.
- Estoy por mi cuenta
En tiempos difíciles, es fácil creer que somos los únicos sufriendo y que tenemos que luchar en contra de la tormenta solos. El Viejo adagio, ‘problema compartido, problema partido’, funciona bien en estas circunstancias. Platicar bien las cosas es una fuente de fortaleza y no una señal de debilidad.
- Esto no se vale
Los doctores afirman que los perpetradores del crimen sanan más rápidamente que sus víctimas. De manera más general, si uno cree que ha contribuido de algún modo al problema, se puede sentir uno más motivado para resolverlo, con el resultado de que si no culpamos, tendemos a quedarnos más en lo injusto de la situación que en lo que se puede hacer.
La manera más fácil de zafarnos de esta anclas es utilizando la técnica del ‘recuadre’. El concepto nos será familiar aún y cuando el término no. Significa caer en la cuenta de nuestro pensar negativo e inmediatamente girarlo 180°, para convertirlo en positivo. En esencia, cambiar totalmente la perspectiva, del vaso medio vacío al vaso medio lleno.
- Ser más optimista
El optimismo es una de las características más importantes de la gente resiliente. Es de vital importancia mirar el lado amable de las cosas, tener confianza en nuestras propias habilidades y rescatar lo que se pueda de las situaciones problemáticas. Aún aquellos con la mentalidad del vaso medio vacío, pueden aprenderlo.
- Manejar el estrés
Los sicólogos consideran el estrés, hasta cierto punto, como una fuerza energizante más que debilitante.
Las personas altamente resilientes tienen una mayor tolerancia cuando las cosas amenazan tumbarlas, saben cómo enfrentarlas.
Las fuentes de estrés son únicas para cada quién: Para reforzar nuestra resiliencia necesitamos identificar cuáles son esos factores que nos estresan así como la forma de contrarrestarlos.
Existen también características de personalidad que hacen a algunas personas más propensas al estrés. Veamos la lista de más abajo. Si tendemos hacia cualquiera de estas, tenemos que disciplinarnos nosotros mismos para reducirlas o para eliminarlas
Tomar precauciones para evitar el estrés ayuda sólo hasta cierto punto en tiempos difíciles. De manera que también tenemos que saber cómo arreglárnoslas con el estrés. El manejo del estrés cae dentro de dos categorías: Distracción y solución. Las técnicas de distracción incluyen hacer ejercicio, respirar profundo, caminar alrededor de la cuadra, o sencillamente extraernos de la situación.
La solución se concentra en resolver el problema. Las estrategias no son mutuamente exclusivas y ambas son de gran ayuda.
- Desplegar hostilidad
- Ser crítico
- Ser exageradamente perfeccionista
- Ser incapaz de escuchar apropiadamente
- Ocultar sentimientos
- Tener dificultad para relajarse
- Mejorar la Toma de Decisiones
La resiliencia requiere tomar decisiones más bien que evitarlas. La gente resiliente confía en su propio juicio, pero no temen cambiar de opinión. Saben que las decisiones son raramente irreversibles y que la postergación es enemigo de la resiliencia.
Entender nuestro enfoque preferido para tomar decisiones –y cuándo es y no es el apropiado- viene a ser un paso crítico para volvernos resilientes. Por ejemplo, un enfoque racional e independiente, puede ayudarnos cuando tengamos que tomar una decisión de tipo financiero, pero quizá no nos sirva para cuando tratemos de ganarle a un número grande de personas en algún punto sensible. En seguida encontraremos ‘tips’ para cambiar nuestro estilo:
Para ser más intuitivo
- Reunir experiencia
- Entender los ‘caminos cortos’ de nuestra toma de decisiones
- Confiar en nuestra intuición
- Establecer el caso del peor escenario
- Tomar riesgos
- Aprender
Para ser más racional
- Detenerse – no hacer juicios apresurados
- Reunir información
- Hablar con las partes relevantes
- Establecer un criterio para la toma de decisiones.
- Utilizar un proceso racional para la toma de decisiones
- Verificar el sentido de la respuesta
- Pedir ayuda
No tenemos que hacer todo nosotros solos. La gente resiliente sabe cuándo pedir ayuda a otros y sabe a quién mejor. ¿Tenemos la red de trabajo como una fortaleza? Si no, puede que tenga sentido diseñar una:
- Tomar una hoja de papel y dibujar un círculo en el centro (Este círculo somos nosotros)
- Dibujar nuestra red de trabajo representando a los demás también con círculos.
- Entre más importantes sean para nosotros, más grandes son los círculos
- Entre más fuerte sea nuestra relación con ellos, más cercanos son los círculos al nuestro.
- Dibujar líneas que nos enlacen con otros y a otros entre sí, y con líneas punteadas las relaciones indirectas.
- Una vez hecho esto, considerar lo que queremos de ellos y lo que nosotros les podemos ofrecer y añadirlo al mapa.
- ¿Qué acciones tenemos que tomar para asegurarnos de tener todo el apoyo que necesitamos de nuestra red de trabajo?
- Tratar el conflicto
El conflicto ocurre cuando nuestros puntos de vista difieren de los de otra persona, de manera que tenemos que tratar con el conflicto todos los días. La habilidad para manejarlos de manera constructiva viene a ser una parte importante de la resiliencia siempre y cuando el estilo de resolución sea el apropiado de acuerdo a la naturaleza del conflicto y a la personalidad de la otra parte. Aún y cuando sea obvio, llama la atención la cantidad de gente de aborda los problemas de la misma manera.
- Aprender
Pensar con frecuencia sobre las lecciones que pueden ser resultado de nuestra experiencia fortalece nuestro ‘músculo del aprendizaje’ y ayuda a desarrollar la resiliencia. Entender cómo podemos aprender, ayuda. En los 70’s Peter Honey y Alan Mumford identificaron cuatro patrones:
- Activista: aprenden haciendo
- Reflector: absorben información a través de la lectura.
- Teórico: les preocupa el rigor intelectual y los conceptos.
- Pragmático: Se concentran en consideraciones prácticas.
Consideremos estos cuatro estilos. ¿Cómo aprendemos mejor? Esto nos ayudará a sacar lo máximo de las experiencias que la vida nos lance.
- Ser nosotros mismos
Una de las razones principales por las cuales fallamos para cambia es que la versión nueva y mejorada no es como, de hecho, queremos ser aún y cuando no estemos consciente de esto. Podemos estar resueltos a reforzar nuestra resiliencia, pero no seremos exitosos si nuestro plan para serlo, ofende nuestra identidad central y6 valores. Hemos encontrado que los líderes más resilientes son tan conscientes como autoconfiables.
Fuente:
Extracto y traducción realizados por el Departamento de Investigación y Desarrollo de Nuevos Productos de cdg - Experts in Business Competencies.
http://www.managementtoday.co.uk/features/978755/how-become-resilient/
By Jane Clarke and Dr John Nicholson Monday